El ‘milagro’ de la electricidad en el hogar depende del buen funcionamiento de interruptores y cables, de transformadores y tomas de corrientes, y de tantos otros elementos susceptibles al paso del tiempo. Renovar una instalación eléctrica antigua es necesario por razones de seguridad, debido al riesgo de sobrecargas, incendios y otras amenazas, sobre todo en un parque inmobiliario tan envejecido como el español —con una antigüedad media de 45 años, según Idealista.
Cambiar la instalación eléctrica sin obra, es decir, en seco, es deseable por varios motivos, como la limpieza general, la menor contaminación acústica o el ahorro de tiempo y de recursos económicos. Pero este tipo de reformas sin obra requiere, para ser exitosa, salvar ciertos obstáculos y adoptar soluciones creativas, como se revelará en los siguientes párrafos. Así y todo, renovar la instalación eléctrica forma parte de las obras que no necesitan licencia ni el pago de tasas.
En las instalaciones eléctricas de una casa, local o edificio, la mayor parte del cableado y los componentes electrónicos se inserta en el interior de tabiques y muros. Con ello, los materiales se preservan mejor en el tiempo, y se protege a los propietarios de electrocuciones y otros accidentes domésticos (por ejemplo, por exposición a un cable pelado). Pero este empotrado no es viable en obras secas.
Una solución consiste en utilizar armarios en superficie. Si el cuadro eléctrico de reemplazo es de un tamaño similar al existente, pueden instalarse sobre la pared mediante tornillos, con sus correspondientes cubrebornes y demás accesorios de protección frente a contactos fortuitos y salpicaduras de agua.
Respecto al cableado, implementarlo en instalaciones eléctricas sin romper paredes no supone un problema. Usualmente, los cables eléctricos se introducen en tubos corrugados —para su empotrado— que comunican con los empalmes de las cajas de registro, responsables de distribuir la energía a las diferentes áreas del inmueble. Estos cables antiguos deberán ser retirados. Idealmente, deben extraerse asimismo los tubos y macarrones empotrados, pero esta operación obliga a hacer uso de la picota, por lo que se preferirá tapar los orificios e imperfecciones con masilla u otro producto similar.
En construcciones en seco, los cables de la nueva instalación eléctrica permanecen expuestos, siguiendo el circuito habitual con las grapas como único soporte. Para ocultarlos y lograr un acabado más estético y decorativo, puede elegirse entre las canaletas, los rodapiés o las molduras de techo. Veamos cada opción por separado:
Canaletas de PVC
Las canaletas son accesorios fabricados en PVC que permiten conducir y proteger el cableado en superficie. De este modo, los cables no quedan expuestos ni colgando en su recorrido por el edificio. Las canaletas se fijan a la pared mediante tornillos, clavos y adhesivos instantáneos, y se comercializan en múltiples colores y diseños, fáciles de adaptar a decoraciones existentes. Por tanto, su instalación deben considerarse en el contexto de un cambio instalación eléctrica sin obra.
Rodapiés o zócalos
Como alternativa a la canaleta, los rodapiés o zócalos pueden utilizarse a guisa de carriles para guiar y ocular cualquier tipo de cableado. Su adaptación a este fin es relativamente fácil. Además, estas piezas, fabricadas en madera, PVC y MDF, suavizan la transición entre el suelo y las paredes y dan un toque ornamental a viviendas y comercios. Así, estos accesorios son otra respuesta al interrogante de cómo cambiar la instalación eléctrica sin obra.
Molduras de techo
Aunque menos común, las molduras de techo pueden actuar como conductos para el cableado de la instalación eléctrica. Estas piezas de escayola, poliestireno o madera son un punto de unión entre paredes y techos. Por lo general, se instalan con fines embellecedores, pero también pueden servir a otros fines, como la ocultación de cables y componentes electrónicos de pequeño tamaño.
En definitiva, la imposibilidad de realizar obras no es razón suficiente para conservar una instalación eléctrica con décadas de antigüedad. Los propietarios responsables deben concienciarse de que esta reforma es inevitable en muchos casos. Claros síntomas de que el cambio es urgente son los apagones y cortocircuitos frecuentes, un consumo elevado en la factura de la luz o la longevidad misma de la instalación (a partir de los diez años debe pensarse seriamente en su renovación).